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Incesto entre madre e hijo

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No hay nada más picante que un incesto xxx. Y es que pensar en que algún familiar se pone a follar con otro es de los más excitante. Las mujeres pueden ser de lo más marranas que podamos imaginar. Aunque ellas digan lo contrario las mujeres son mucho más picantes y marranas que nosotros. Poneros en situación, una mujer se encuentra sola en casa, y tiene el libido por las nubes. Lo primero que piensa es, voy a zorrear un poco con los chicos que conozco por mensaje. Poco a poco ella se va calentando y lo que sucede es que realmente necesita un polvo para poder quitarse el calentón que lleva encima. Así que decide que llamar a un amigo es muy arriesgado se puede crear mala fama entre mucha gente. Por lo que opta por quedarse en casa y disfrutar de sexo casero consigo misma.

Como necesita algo que le estimule se va a la habitación de su hermano y coge una camiseta que huela a él. Se va a su dormitorio y coge una cámara y se pone a grabarse a si misma. Simula que la cámara es la persona que le va a follar. Lo tiene todo no necesita más, tan solo su mano y centrarse. Se tumba en la cama y empieza a hablarle a la cámara como si de una seducción se tratara. Poco a poco se entonando más y más y la cosa sube de temperatura. Se moja los dedos y se los pasa por el interior de la pierna. Va subiendo poco a poco y empieza a tocarse muy poco a poco el labio del coño. Esto de hacerlo tan lento le pone muy cerda a la chica, por lo que sigue. Pero no sin seguir hablando a la cámara como si de una persona se tratase. Todo esto lo hace mientras tiene al lado de la cara la camiseta de su hermano y la huele. El olor le hace sentirse aún más guarra y sucia, y ya no puede contenerse mucho más. Empieza a acariciarse el coño arriba y abajo. Introduce un dedo, luego dos y así hasta que mete toda la mano dentro de su coño.

Su coño ahora mismo parece un bebedero de patos, pero a ella no le importa, lo que quiere es correrse. Cada vez la cosa aumenta más y más y no puede parar. El ritmo es mucho más rápido, se corre una vez pero no tiene suficiente, por lo que sigue y sigue. Se corre dos, tres y hasta cinco veces. Pero no para, no se da por satisfecha quiere más y más. Y sigue y sigue hasta que su mano y su cuerpo ya no pueden más. Se queda dormida desnuda encima de la cama con la camiseta de su hermano al lado y la cámara encendida.

Esto que os cuento es tan solo uno de los muchos ejemplos que pasan a diario entre las mujeres pero que no nos cuentan. Los hombres somos más simples nos hacemos una paja y listo y además no nos averguenza decir que nos hemos pajeado, porque está muy socialmente aceptado.

 

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